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La nada hablado de nada 

La obra de Rocío Caballero es un recordatorio de un mundo paralelo donde conviven hombres, mujeres, niños, hadas, elfos, duendes, cerdos, gallos, asnos, todos protagonistas de narraciones fantásticas. Yuppitos desde chiquitos, capítulo del que me ocupo aquí, se refiere a personajes aún jóvenes del siglo XXI: los yuppies o Young Urban People. Nacieron como tales hace varias décadas. El término hace referencia a una categoría social de los años ochenta del siglo XX: la de los jóvenes ejecutivos, elegantemente trajeados, de los distritos financieros de las grandes ciudades estadunidenses. Ellos valoran, ¿sobrevaloran?, la salud, la alimentación gourmet orgánica, vestir de manera impecable, tener un alto nivel de vida. Pero sobre todo el dinero y  el poder, como Patrick Bateman, el personaje principal de American Psycho (1991), la novela emblemática de Bret Easton Ellis. Veo a los yuppitos de Rocío Caballero rodeados de elementos del siglo XIX, o bien acompañados por viñetas de los libros educativos de principios del XX y automóviles lujosos de la década de los cincuenta. El uso de máscaras –cerdos, perros, asnos, étc.- es su sello. En esta serie no hay mujeres: ella ha explicado que en su imaginario son los varones quienes detentan el poder en el mundo, o quienes juegan a someter al prójimo sin remordimientos, como practicando un juego muy divertido cuyas repercusiones en el sistema de justicia son nulas. Asombra porque en la actualidad, y desde finales del siglo XX, sabemos de mujeres que han sido igual e incluso más impunes que ellos. Caballero lo ha dicho: “Sólo puedo imaginar a las mujeres, empoderarlas en cuanto ellas mismas en relación con el hombre pero no con el poder en sí como arma”. Sin embargo, en la película Me quedo contigo (2014), el artista y realizador mexicano Artemio Narro da un giro y nos muestra a un grupo de mujeres jóvenes que representan lo que critica Caballero en Yuppitos desde chiquitos.

Su obra abreva de la pintura clásica, fuente de la que todo arte fantástico se nutre. En Caballero un mundo de pesadilla recuerda a Johann H. Füssli y su cuadro The nightmare, también conocido como El íncubo. Ambientes y atmósferas se inscriben en una figuración que empieza con La balsa de la Medusa de Delacroix y continúa hasta Chaim Soutine, ciertas obras sobre los horrores de la I Guerra Mundial de Otto Dix y más recientemente Francis Bacon pero, sobre todo, el universo de Paula Rego.

La artista es digna heredera de ese tipo de pintura que nos muestra el lado oscuro y doloroso del ser humano desde cierta ironía. En México José Clemente Orozco, Julio Galán (a quienes cita en momentos) y Enrique Guzmán son algunos expositores de este tipo de representación. Caballero nos habla del horror vacui de la época: un horror ante el vacío del ser, la nada hablando de la nada. Por eso los Yuppitos desde chiquitos representan esas ganas de “ser” entreteniéndose en el vacío que los lleva a cometer actos atroces y sin sentido. Encarnan la banalidad del mal, parafraseando a Hanna Arendt, desde un mundo en apariencia infantil. Por eso los yuppitos reciben lecciones perversas. Por eso podemos verlos, tan inocentes como mortíferos, frente a un pizarrón, o bien portando armas a campo traviesa bajo un cielo dibujado por manos infantiles con soles sonrientes y arbolitos de trazo torpe a la manera de un niño. Ese dulce niño que aún soy (2015), donde aparecen los yuppitos en torno a un elefante de circo en posición sedente, es una pintura especialmente irónica y elocuente: un niño juega a hacer burbujas, otro trae en la mano una pistolita mientras el único hombre joven de la escena juega también con burbujas pero descalzo y ataviado con un elegante traje beige de adulto.

Su tratamiento del mundo infantil, su imaginería, por llamarla así, es muy fértil  y parecería abocada a llenar el vacío de esos seres de alma minúscula. Estamos ante obra de excelente factura. Sus pinturas, nacidas quizá de los sueños lúcidos de la razón, abordan las realidades de la locura y cierta crueldad pueril potenciados por el Poder y el Aburrimiento, así con mayúsculas, que rige un mundo en donde los valores han ido cediendo el paso a la violenta indiferencia de quienes, como titiriteros malignos, juegan con nuestra alma. Han perdido la suya y quizá por eso les divierte tanto jugar con la nuestra.

Magali Tercero  

Texto publicado en el libro

Rocío Caballero. El consumado arte de soñar

2017

© 2013 by Rocio Caballero All rights reserved.

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