
Rocío Caballero o la revelación de lo irreal
La pintura de Rocío Caballero es desconcertante. En esta encontraremos escenas apocalípticas que parecen provenir de una literatura secreta extinta en tiempos remotos y de la que sólo queda un rastro en lo más profundo de la memoria del hombre actual. Al plasmar esas escenas Rocío Caballero se convierte en una especie demiurgo que transforma en imágenes aquellas historias olvidadas para revelarnos lo que se creía irreal.
Su pintura nos muestra un mundo propio de los sueños pero no por ello inexistente. Un mundo en el que es imperceptible el límite entre lo real y lo imaginario. Dueña del medio en que se expresa Rocío Caballero guía nuestra mirada y la hace transitar por parajes espectrales o la coloca en personajes que se pierden en el ensimismamiento o en el asombro de lo insólito.
La presencia de seres alados nos muestra en forma sutil aquello que sólo tiene vida en la fantasía inagotable del rapsoda y posee la misma naturaleza de los seres acuáticos; ninfas, sirenas y tritones, al igual que hadas y ángeles ocupan sitios prominentes en su pintura. La creatividad que despiertan estos ambientes opuestos en la inspiración de Rocío Caballero, no distraen su atención de lo terrenal.
En este otro espacio la gente y los animales reemplazan a aquellos seres sobrenaturales y Rocío Caballero los dota de un carácter onírico que los aparta de la realidad en la que se desenvuelven, transformándolos en algo totalmente distinto gracias a ciertos atributos que los ubican en un plano mágico que sólo se hace visible gracias al ilusionismo de esta pintora o a la maravilla del sueño.
¿Acaso no es la pintura un espejismo de lo que pasa en la mente del artista? No importa que tan ilusorio sea lo que plasme en un lienzo, sino la belleza con la que lo presenta a nuestros ojos.
Antonio Luque
Texto publicado en la revista Inmoviliare