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De agua y erotismo



Durante un tiempo mantuve distancia con respecto  a la obra de Rocío Caballero  (Ciudad de México, 1964), pintora egresada de la Esmeralda . Sus  primeros cuadros  ( me refiero concretamente a las series  pictóricas que integraron  su primera exposición individual: Mátame y te querré siempre, Galería José  María Velasco, 1993) contenía  imágenes  que revelaban  preocupaciones sobre diversas problemáticas , entre ellas el papel de la mujer en la sociedad . Su  discurso  crítico , en embargo carecía  de un  adecuado  sustento  formal . Posteriormente, la joven  pintora  se fue  al otro extremo , pues  manteniendo  su  audaz iconografía , empezó  a pintar  en una forma  muy artificiosa,  como queriendo  atrapar al espectador con el efecto óptico . El  problema es que  su discurso perdía fuerza al expresarse de esa manera. Sus  intenciones  eróticas por otra parte, se  quedaban  en la cachondez más simplista.


Afortunadamente, Rocío Caballero  creció  como pintora. El  gran  parteaguas en su  trayectoria fue la exposición  Agua: elemento vivo, que se presentó en el  Salón de la Plástica Mexicana del  6 de  noviembre  al  6 de diciembre  de  1998. Esa  muestra fue  para mí una  verdadera revelación. Despojando a sus figuras  femeninas  de su  excesivo  formalismo, dotándolas de  sensualidad y calidad  matérica e  integrándolas  dentro  de complicadas  composiciones barrocas. Rocío  logró un discurso erótico sólido, convincente. Asomándose  al ancho mar de  su imaginación,  la pintora creó numerosas escenas fantásticas. En aquellas  visiones alegóricas ,  cuyo escenario era el  fondo del mar, incluyo mujeres desnudas en posiciones  forzadas, distintos animales acuáticos  y uno que  otro ser ficticio. La  pintora finalmente había conseguido una plena integración de contenido y forma.


Algo que me llamo la atención fue el tratamiento  casi escultórico que  Rocío  Caballero  dio  a sus  desnudos. No es de extrañar que muy pronto comenzará a adueñarse de imágenes de la escultura clásica para enriquecer su propuesta pictórica. En su  actual exposición, De ahogos y  susurros, inaugurada el  28 de  febrero  en la Galería  Oscar Roman, en la que mantiene el agua como elemento  vivo, incluye varias  imágenes  escultóricas. En un cuadro como El  dolor es sólo un ahogo ( mixta / lona, 2000), la imagen tridimensional (bajo el  agua) es la protagonista central, mientras que en otros cuadros  se contraponen cuerpos reales  y cuerpos escultóricos . Así sucede en Témpora ( Mixta / lona  1999), La  fragilidad del miedo ( mixta/ lona,  2000) , En el agua dormida (mixta/ lona,  2000) y Dejamiento (mixta / lona, 2000)  .


Como sabemos el retomar estilos  del pasado y apropiarse  de imágenes consagradas  del arte universal – a través de  citas ,  glosas y paráfrasis – es  un quehacer  característico de la posmodernidad  pictórica.  Esto lo sabe bien  Rocío Caballero, como sabe también  que existe el riesgo  de caer en la aprobación fácil  e irresponsable  con la  única intención de hacer  pintura de falsa factura transvanguardista. Consciente de esto,  ha sido  muy  cuidadosa y ha  sabido  integrar inteligentemente sus  imágenes  tridimensionales  dentro  de  su cocina pictórica. Dueña de sus medios, la pintora maneja hábilmente el acrílico y  el  óleo, las  barnicetas  y las  veladuras, para lograr una auténtica técnica  mixta de  gran riqueza cromática y matérica. Con pleno dominio del oficio, pinta esculturas y danzantes, personajes que conviven armónicamente en una pintura cargada de  símbolos y figuras  de  gran  fuerza y erotismo que  exaltan sin tapujos , la  belleza del cuerpo humano.

Otra cosa interesante en la exposición de Rocío Caballero  es que nos  ofrece el antes y el después en su producción. Así tenemos que  se exhiben dos cuadros que  todavía  recuerdan su exposición acuática  de  1998: De  agua y  arcilla ( mixta/ lona,  2001) y  El pozo (mixta / lona, 2001) . Igualmente se presenta ese cuadro espléndido con el que participó el año pasado en la exposición  lésbica-gay del Chopo: Cuerpos (mixta/ lona, 2000), en el que aparecen  dos mujeres desnudas sobre un fondo verde marino que devela las letras de un poema. Conducidas por sendos hilos de sangre, las mujeres están a punto  de encontrarse. Por  último , se  exhiben dos obras que anuncian  lo que será  la producción futura de esta autora en la que los insectos ocuparan un lugar importante: La soledad debe tener alas (acrílico / papel ,  2000) y Nostalgia de muerte (acrílico/ papel  2001) En esta nueva aventura  trabaja ya la pintora: el  arte no debe esperar. 



Antonio Espinosa 

Sábado. Suplemento cultural de Unomasuno

2001

© 2013 by Rocio Caballero All rights reserved.

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