
La lujuria está hecha de humedad
Relicarios con escamas o lujosos recipientes con esqueletos de sirenas y anécdotas sobre avistamientos de mujeres-serpientes de agua; proliferaron durante la transición de la Edad Media al Renacimiento entre los coleccionistas europeos, quienes buscaban trascender de la curiosidad secular, al conocimiento científico de la naturaleza. En la serie, Sirenario, Rocío Caballero, reúne arquetas que desean con-tener y de-tener lo inconmensurable del piélago de lo femenino en un afán enciclopédico por compilar los saberes de la seducción y el deseo.
El bestiario mítico que Caballero ha procurado en su obra, incluye ninfas, hadas, ángeles, duendes y ahora, sirenas como personajes que posibilitan, desde la ficción, la utopía del albedrio, el amor y lo sublime.
Lejos del tono moralino que vincula a las sirenas con lo monstruoso, el engaño, el pecado, y la muerte; Caballero las adopta como alter ego porque sabe que el estigma que las envuelve, les permite huir de las normas establecidas. En su condición de exiliadas y transgresoras elaboran sus propios códigos y juegos para vivir gozosas siempre volátiles.
Los cuerpos ambiguos de las mujeres pisciformes, encarnan la voluptuosidad, la tentación, la sexualidad primigenia y el amor platónico. Como advirtió el filósofo florentino Brunetto Latini en el siglo XII, ellas habitan el agua porque la lujuria está hecha de humedad.
En las imágenes se observan cartografías y brújulas, objetividad y precisión trastocadas por la quimera y la pulsión. También en la escena, aparecen barcos que se observan diminutos ante la inmensidad de la mar en femenino. Si la voz de las ninfas acuáticas cautiva las voluntades de los aventureros, la voz de la artista nos convoca a abandonarnos al sueño, a perdernos en la fantasía íntima del poder erótico femenino.
Beatriz Garduño Mejia
Enero 2016