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El imperio de la imaginación

La imaginación cada vez está más excluida del arte. Las salas de museos están saturadas con objetos que, literalmente, son arrancados de la basura o del entorno para ser llamados arte. La imaginación se margina de la creación. Crear una imagen que no exista más que en la mente del artista es un riesgo que se corre cada vez con menos frecuencia. Y es algo que extrañamos mirar. Las historias fantásticas han alimentado nuestra existencia, no concebimos la realidad sin la presencia de lo irreal. En la colección de pinturas de Javier Saavedra podemos reencontrarnos con el ejercicio estético de ver algo que no es posible, que no podríamos presenciar más que aquí, en estas obras. La obra de Saavedra nos permite vivir la aventura de ver.Involucrarnos con una imagen que antes nunca habías visto inicia con un proceso de seducción de parte del pintor, Javier Saavedra detona este acercamiento con su paleta de color, con su manejo de combinaciones insólitas que coloca en formas abigarradas y extrañas. Para Saavedra la pintura es un desafío que parte de lo que él inventa. En una decisión casi ética, va en contra de lo que hoy mismo podemos ver en casi todos los museos: la comodidad de hacer un lenguaje y hasta la obra misma de la más accesible realidad y de las imágenes ya pre digeridas por la sociedad. Es muy sencillo que una persona acepte algo que ya esta asimilado como es la publicidad o como sucede con un objeto cotidiano. Romper con esa inercia es un auténtico reto. Saavedra se lanza a crear y a enfrentarnos con lo que no vemos, ni veremos en la vida diaria, con formas de bizarras combinaciones que únicamente él puede ver y reproducir porque surgen del sitio intimo de su imaginación.

 

SIN PARÁMETROS, SIN MIEDO

Entrar en estas pinturas es una situación de intriga, no hay un sólo parámetro que nos diga dónde estamos ni de qué objetos o situación estamos siendo testigos. La coherencia de esto radica en la factura de la obra. De alguna forma estas construcciones o composiciones alcanzan un punto de equilibrio o de armonía. Se podría decir que son figuras, pero no entran en el sentido figurativo de lo reconocible o familiar. No hay una frontera en la que nos podamos colocar como espectadores, lo ideal es dejarse llevar por lo que estamos viendo y habitar dentro del lienzo, en su composición morfológica y en su composición tonal. Entre sus volúmenes, sus líneas y el contraste del fondo y las superficies. Una vez dentro de la pintura, podemos habitarla, como si escucháramos un poema sinfónico, en el que no sabemos dónde va a terminar la pieza, pero nos dejamos llevar por su ritmo, por su cadencia. Nos dejamos poseer por la obra misma. El control y la precisión de cada pieza nos dice que Saavedra medita las obras, no son producto de un impulso, son resultado de una elaboración mental que recrea con la expectativa de lo que está por suceder en el lienzo. El accidente tiene lugar como un efecto de rebelión de la pintura misma, que en momentos sale de si misma para volcarse sobre el lienzo.

 

Avelina Lésper

Octubre de 2012

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