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Dominatrix, violencia y dulzura

Rocío Boliver y  Thibault Delferiere

Artpotheek

Bruselas, Bélgica

2012

El posporno como una propuesta para visibilizar identificaciones otras

 

Uno de los cometidos que desea establecer el arte abyecto es acercar al espectador a lo real a través de la presentación de la realidad no mediada por el consenso normativo. “Para no pocos en la cultura contemporánea la verdad reside en el sujeto traumático o abyecto, en el cuerpo enfermo o dañado. Sin duda, este cuerpo constituye la base de prueba de importantes atestiguaciones de la verdad, de necesarios testimonios contra el poder”[1]. En el performance titulado Dominatrix, violencia y dulzura, Rocío Boliver aborda una relación sadomasoquista que involucra a un sujeto de sexo-género hombre-masculino con capacidades motrices diferentes.

Para aproximarme a este performance, es preciso realizar un acercamiento al discurso histórico que ha conformado la visualidad en torno a los sujetos con capacidades diferentes. La noción de discapacidad, según Beatriz Preciado, es un concepto moderno que surge con la expansión del capitalismo industrial a finales del siglo XVII. En esta lógica capitalista de producción, el cuerpo discapacitado del hombre se consideraba como disfuncional frente a la productividad y al trabajo, mientras que el cuerpo discapacitado de la mujer se concebía disfuncional respecto a la maternidad, a la garantía de re-producción y al cuidado de la familia. En los siglos XVIII y XIX los sujetos llamados malformados y/o débiles mentales, además de ser considerados como enfermos, fueron presa de una limpieza social, al ser retirados del espacio público para recluirlos en instituciones especializadas según la patología asignada. Esta acción correspondió al discurso de corte higienista y clínico que marcó la época.En la lógica del pensamiento capitalista, los cuerpos no normalizados se consideran cuerpos enfermos y se conciben como impuros. “La impureza es aquello que cae del sistema simbólico”[2] es obstáculo e impulso a la santidad y a la purificación. El trato a las personas con capacidades diferentes también ha estado determinado por creencias y mitos que en muchos casos atribuían sus diferencias corporales a un castigo divino y/o a la magia. Por su aspecto y su cuerpo eran considerados como creaturas del demonio, monstruos o endriagos, alejados de la humanidad y mucho más cercanos a la animalidad. “Las creencias múltiples que acompañan al fetichismo, no sólo tienen un valor de renegación; también tienen un valor de conocimiento”[3], son en todo caso un rito de purificación.La animalidad construida en torno a la deformidad del cuerpo se ha posicionado en la cultura visual por ejemplo a través de El arte de conocer a los hombres por su fisonomía (1698) de Charles Le Brun, o el retrato del deforme e inmoral Ricardo III, realizado por William Shakespiare en La vida y muerte del rey Ricardo III (1591-1592) Este personaje, cuyos rasgos físicos fueron exagerados por el escritor para corresponder a su ambición y ética malsana; padecía, en la vida real, escoleosis.

Los cuerpos de los sujetos con alguna discapacidad se encuentran transversos por los discursos policiacos, jurídicos, médicos y religiosos al extremo que el pensamiento eugenista argumentaba que las personas con discapacidad (así como los pobres, los considerados inferiores raciales y, en general los considerados no aptos) no debían reproducirse; y en cambio, debían castrarse, esterilizarse e incluso exterminarse. “Los esfuerzos de saberes oficiales del colonialismo (seudocientífico, tipo lógico, legal administrativo, eugenésico) están imbricados en el punto de su producción de sentido y poder con la fantasía que dramatiza el deseo imposible de un origen puro; indiferenciado”[4] El discurso histórico que ha formado el imaginario de los cuerpos con capacidades diferentes, al igual que el conformado en torno al género, ha funcionado para excluir de la esfera de la autoridad colectiva, de la producción del conocimiento, y de casi todas las posibilidades de control sobre los medios de producción, a las mujeres, pero también a las personas con capacidades diferentes y a otras identidades.“Los sujetos del discurso son construidos dentro de un aparato de poder que contiene, en ambos sentidos de la palabra un conocimiento otro, un conocimiento que está detenido y es fetichista, y circula a lo largo del discurso colonial como esa forma limitada de conocimiento”[5] respecto al otro diferente; siendo la discriminación el efecto político de tales discursos que afecta, no sólo a las personas con discapacidad, sino también a las mujeres y a las comunidades que se salen de la norma- colonial- hetero-sexo-corporal-racial. La discapacidad, como el género, el sexo y la raza, deben entenderse como discursos sociales y culturalmente construidos. 

Rocío Boliver, propone a través del performance un espacio simbólico que pretende subvertir el discurso construido en torno a los sujetos con discapacidad motriz. El performance Dominatrix, violencia y dulzura (Bruselas, Bélgica. 2012), es una obra realizada en colaboración con Thibault Delferiere, artista Belga con capacidades diferentes. En oposición al discurso de la modernidad-colonial-capitalista que ha limitado la presencia de ciertas identidades en las artes, Boliver nos recuerda que los artistas con discapacidad existen, están activos y también son capaces de producir conocimiento a través del arte.La breve descripción que hago a continuación, la elaboro a partir de la observación del video de la obra; documentación perteneciente al archivo de la artista. En el performance, los artistas interactúan en un juego sexual de dominación, según la determinación del público, pues se trata de una pieza que los espectadores accionan. Al entrar al espacio de la acción, ocho personas del público reciben hojas de papel donde se han anotado las acciones y nombres de los performers. El público debe determinar quién de los dos artistas realiza la acción y quién la recibe de manera pasiva.

Las combinaciones que se formaron y ejecutaron fueron: 1) Azotar con un látigo / Thibault azota a Rocío. 2) Cinta adhesiva / Rocío pone cinta a Thibault 3) Pinzas para ropa / Thibault coloca las pinzas en el cuerpo de Rocío. 4) Nalgadas / Thibault nalguea a Rocío. 5) Esclavizar - amarrar / Thibault a Rocío. 6) Cachetadas / Rocío a Thibault. 7) Baño / Thibault baña a Rocío. 8) Perro / Thibault es el perro de Rocío.Delferiere viste una trusa interior negra. Boliver, corpiño negro, medias caladas y ligueros morados, así como zapatos rojos. Los artistas se mueven por un espacio pequeño e íntimo. El escenario y el espacio para el público se confunden. La acción se desarrolla en una tensión constante entre tiernas caricias y golpes que ejercen los performers, sus actos están colmados de ambigüedad. Respecto al conjunto de elementos que nos permiten identificar la estética del performance, el vestuario y el mobiliario resultan austero, los objetos más bien ordinarios y los cuerpos de los artistas evidencian una edad madura y en el caso de Delferiere, una discapacidad motriz.

Esta estampa contrastan con las imágenes citadas infinidad de veces en películas como 50 sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015) donde el sadomasoquismo se asocia a la opulencia, la clase social e incluso la raza; produciéndose en el discurso visual como una práctica para blancos, millonarios excéntricos, poderosos, jóvenes y normativos. Los cuerpos presentes en el discurso de películas de Taylor-Johnson, no tienen ningún problema en realizar una confirmación de los roles masculino y femenino, de amo y esclavo, es decir, de cultivar la heteronormatividad, el falocentrismo y la fetichización de la mujer. El posporno propuesto en Dominatrix, violencia y dulzura, no cumple estos mandatos y confronta el imaginario, su visualidad y contrarrestan la estética del poder con la estética cruda, libre de fantasía de los cuerpos de Boliver y Delferiere.“En el performance el cuerpo puesto en juego no es sólo el cuerpo como una realidad última e íntima, sino que es un cuerpo que no se puede separar de su contexto social y moral. Es un cuerpo simbólico que revela aspectos relativos a la identidad y a la política”[6]. La historia del conjunto de saberes verdaderos construidos alrededor de las personas con discapacidad, los ha imaginado desexualizos y exentos de las necesidades de afecto y deseo. Esta población ha sido representada como infantil, de comportamiento inocente, cándido e inofensivo con respecto a la sexualidad.

Si el género se construye mediante la reiteración de actos normativos y por lo tanto es una copia carente de original, la noción de discapacidad se construye de la misma manera y por tanto resulta carente prototipo. En la normatividad un cuerpo discapacitado está libre de pulsiones, es pueril, carece de sexo y/o madurez, sin embargo, estos cuerpos se nos presentan como abyectos porque su performatividad no nos parece familiar, están sexualizados, dotados de una energía psíquica profunda que orienta su comportamiento a consumar sus afectos y deseos. El performance es una propuesta de interacción de cuerpos abyectos, de sujetos desbordados. Las acciones de Delfiere y Boliver dislocan y caen de nuestro sistema simbólico. El ejercicio de la sexualidad no normativa (no normativa porque involucra un sujeto de sexo-género femenino no discapacitado y un sujeto de sexo-género masculino con discapacidad) en un espacio público, rompe también con el discurso que coloca a la sexualidad como secreta, oculta, privada. La propuesta aquí visible es compartida por un público voyeur, cómplice en el montaje de la presentación pospornográfica de arte vivo en la que se visibiliza lo invisible por partida doble; el sexo como algo privado y la sexualidad activa de las personas con discapacidad.

En el performance, el cuerpo ininteligible, considerado por el discurso clínico como disfuncional deviene en el sujeto protagónico de la acción. La Venus de Milo, el Torso de Belvedere, representan para muchos historiadores de arte, la belleza y la perfección. Esta cuestión es paradójica cuando observamos que los modelos de belleza, salud y sensualidad, presentes en los medios de comunicación masiva, sólo incluyen hombres y mujeres cuyas extremidades están completas o son funcionalmente inteligibles. Las personas con capacidades motrices diferentes son sistemáticamente invisibles, in-válidas para hacer las funciones de protagonistas en telenovelas, series televisivas, películas o modelos publicitarios. Como afirma Jessica Evans, en el texto titulado Feeble Monsters: Making up disabled people, múltiples estudios han señalado que las personas con diversidad funcional han sido expulsadas de la ficción televisiva, como si el tener una discapacidad física o mental fuera lo que los definiera como personas portadoras de cultura.Es el performance Dominatrix, violencia y dulzura, una propuesta posporno porque disloca aquella visualidad construida en la pornografía dominante que omite el cuerpo de las personas con discapacidad. El discurso de la pornografía hegemónica suele poner a cuadro cuerpos considerados como “normales” a manera de modelos sexualmente activos, estereotipados, hiperfeminizados o hipermasculinizados; como los únicos cuerpos dignos de ser amados y deseados.El posporno instrumentado en este performance es un giro en las representaciones sexuales de la pornografía hegemónica donde el desplazamiento se centra en la visibilización de otras corporalidades y propone como inoperante la estigmatización de comunidades sexuales que se salen de la normatividad.

Si bien el performance gira en torno a una relación heterosexual, con dos protagonistas que están casi desnudos y realizan un juego sexual sadomasoquista; la propuesta posporno se activa en el momento en que la capacidad motriz se observa diferente por parte de uno de los integrantes y a pesar de que el cuerpo del hombre no corresponde al desempeño asertivo del cuerpo masculino citado infinidad de veces en la pornografía, Delferiere es capaz de tener un papel activo y consciente dentro de la escena. Es pues el posporno una estrategia para visibilizar identidades “otras”. Me parece que en el performance Dominatrix, los artistas formulan una narrativa embarazosa, de difícil mirada que disloca y desnaturaliza nuestra visualidad y nos obliga a mirar desde otras subjetividades.La condición de ver/ y ser visto establece un problema para la auto-representación de los “otros” debido a que los sujetos se encuentran inmersos en un régimen pulsional escópico de vigilancia que normaliza la disciplina. Ese régimen, establece que la diversidad funcional es una desgracia, castigo divino o degeneración genética que debe ocultarse o eliminarse. La presencia de los sujetos con discapacidad en el espacio social, origina un intersticio incómodo que se discute entre el placer y el displacer que genera la disciplina. La normatividad dicta que estos sujetos deben permanecer ocultos, invisibles; de tal manera que cuando interactúan en el espacio social no sabemos cómo reaccionar.

En la entrevista en video Examined Life, Sunaura Taylor, pintora y activista, conversa con Judith Butler y afirma que el acercamiento psicológico se dará cuando se normalice la interacción social con los “otros”. Cuando, las tareas cotidianas que realizan los sujeto con diversidad funcional utilizando otras partes del cuerpo o prótesis, dejen de ser incomodas para quien las observa; es entonces, que se podrá hablar de accesibilidad social. El régimen escópico de vigilancia nomina a los “otros” a través de la mirada, una mirada constante, atenta, llena de sorpresa, lo que en inglés se denomina gaze.Los sujetos que protagonizan el posporno, desean regresar la mirada. Desean visibilizar su condición, quieren escapar del sistema de saberes consensuados que los ha obligado a ocultarse y que los anula en la interacción social. Estos sujetos están exigiendo su derecho a ver, ser vistos y ser reconocidos de otra manera. Los sujetos del posporno con diversidad funcional como Delferiere y Boliver, desean acuñar nuevos imaginarios, diferentes relatos que desplacen los estereotipos existentes y contribuyan a desvanecer las marcas que limitan sus deseos y afectos.En Dominatrix, violencia y dulzura, se crea una táctica que abre un espacio de reflexión frente al sistema de dominación capitalista, patriarcal y a los sistemas de subordinación y jerarquización social que el sistema heteronormativo produce y reproduce. En el performance, se realiza un cuestionamiento a la noción de estabilidad en la identidad de género.La condición de género dentro de una relación heteronormativa se encuentra constantemente en estado de confirmación por un sistema escópico como aparato verificador. Esta acción reiterada, nos permite producir el cuerpo como inteligible, sin embargo, Donna Haraway, en su Manifiesto Cyborg Ciencia, tecnología y feminismo social a finales del siglo XX (1989) afirma que la dialéctica dualistas del yo/otro, amo/ esclavo, dominante/ dominado, hombre/ mujer ha dejado de tener un valor explicativo en un mundo dominado por las estructuras del capital globalizado, la implementación de las nuevas tecnologías de la información y los movimientos migracionales. En la relación simbólica de poder que los cuerpos de Boliver y Delferiere encarnan en el performance, sería pertinente preguntarse ¿quién es el subordinado en la acción? ¿Quién actúa con un rol femenino pasivo y quién actúa con un rol masculino activo? ¿La mujer es verdugo o víctima, por lo tanto es femenina o masculina; y el hombre discapacitado tiene el papel activo de agresor o de víctima, su desempeño es femenino o masculino?

Es importante recordar que ocho personas del público decidieron qué acciones y qué roles desempeñarían cada uno de los artistas. El resultado fue la asignación de roles alternados. El sujeto bioidentificado como hombre y el sujeto bioidentificado como mujer, pudieron ejecutar un papel femenino pasivo o masculino activo. Esta condición plantea, una crítica a las categorías estereotipadas de género y de las personas discapacitadas, consideradas como víctimas-pasivas; y también, una crítica a la noción de identidad que rechaza el carácter migracional del género. En el performance Dominatrix, la identidad como requisito metodológico y normativo se propone como una construcción variable, que se puede desplazar y que no es fija. El género existe en el horizonte frágil del border line, “las identidades (sujeto/objeto) no son o sólo son apenas – dobles, borrosas, heterogéneas, animales, metamorfoseadas, alteradas, abyectas”[7]. La performatividad en la acción, sugiere la deconstrucción de la lógica binaria del sexo-género y la muestra como interrelacional, siempre en movimiento, ambigua, que cruza potencialmente de una identificación a otra de tal manera que llega a entrelazarse en lugar de situarse en oposición. Obras como esta “proponen al espectador vías enriquecedoras de implicación que son intersubjetivas y contingentes”[8]En su libro Seeing Differently del 2012, Amelia Jones propone no utiliza la palabra “identidad”, en su lugar decide emplear la palabra “identificación”, noción que incluye la idea de una identidad aumentada, pues la reconoce como plenamente fluida, dependiente del contexto bajo el cual se percibe, recibe o produce la acción o interacción referidas. En su obra, Boliver parte de la identidad de género para proponer al espectador su propia práctica de identificación con imágenes que no concuerda con la visualidad, con el cuerpo inteligible y que se perciben como abyectas.

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[1] Foster, El retorno de lo real, 170.

[2] Kristeva, Poderes de perversión, 89.

[3] Bhabha, La otra pregunta, 103.

[4] Ibídem., 107

[5] Bhabha, La otra pregunta, 103

[6] Alcázar, Performance un arte del yo, 83

[7] Kristeva, Poderes de perversión, 277.

[8] Jones, Generando problemas, 52

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